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http://hdl.handle.net/10469/24094
Tipo de Material: | Libro |
Título : | Historia eclesiástica |
Autor : | Didon, Philippe-Victor |
Fecha de Publicación : | 1881 |
Ciudad: Editorial : | Quito : Reimpreso en la tipografía de la V. de Bernès |
Código de biblioteca: | FER1L009786 |
Cita Sugerida : | Didon, Philippe-Victor. 1881. Historia eclesiástica. Quito: Reimpreso en la tipografía de la V. de Bernès. |
Descriptores / Subjects : | IGLESIA CATÓLICA HISTORIA |
Paginación: | 134 páginas ; 16 centímetros |
Resumen / Abstract : | La historia de la Iglesia es la continuación natural de la historia sagrada. De este modo, los designios de Dios para la salvación de los hombres son narrados sin interrupción desde el principio del mundo hasta nuestros días. Dios se revela a nuestros padres en el instante mismo de su creación; les da su ley, les enseña las verdades que deben creer y, aun en el estado de inocencia primitiva, el camino del cielo es lo que siempre será: creer en la palabra de Dios y observar sus mandamientos. Pero el pecado hizo indispensable una nueva revelación: era necesario que el hombre supiera por qué gracia le sería dado encontrar la vida, después de haberse dado voluntariamente la muerte. El pequeño número de verdades reveladas en esta cuna del género humano está confiado a la vigilancia de la familia. La larga vida de los hombres permite que los anillos de esta cadena tradicional no sean muy numerosos y que, durante una larga serie de años, el patriarca pueda repetir a la tercera y cuarta generación de sus hijos las verdades que él ha recibido de sus padres. Cuando la multiplicidad de crímenes hubo acortado la vida de los hombres y la carne corrompió su camino, Dios eligió un pueblo cuyo único destino fue conservar y transmitir el depósito de la verdad, única riqueza de la raza humana. Así, la religión no cambia; solo que, a medida que los hombres la descuidan y la olvidan, Dios cuya misericordia no quiere dejar apagar esta celeste antorcha vela sobre ella con una solicitud cada vez más paternal. Finalmente, llega el Deseado de las naciones; cumple todas las promesas y enseña toda verdad. Esta revelación, completamente desenvuelta tanto más fácil de alterar cuanto que contiene un número mayor de dogmas ya no será confiada únicamente a la vigilancia de la familia o del pueblo elegido; sino que una sociedad universal, o católica, espiritual y milagrosa en su nacimiento como en su duración, será constituida depositaria de lo que el Hombre-Dios ha venido a enseñar a los hombres. Así como la revelación ha sido progresiva, del mismo modo la sociedad a la cual está confiada debe también perfeccionarse. La Iglesia es el desarrollo de la sinagoga y de la familia patriarcal, como la ley evangélica es el desarrollo de la ley de Moisés y de la ley natural, o revelación primitiva. Tal es la admirable armonía de las obras de Dios y la santa unidad de la historia de la religión.A medida que la sociedad espiritual se ha constituido más plenamente, los combates que ha tenido que sostener han sido más difíciles. Bajo la ley natural no se razonaba contra las tradiciones primitivas; los hombres se extraviaban porque, descuidando las cosas del cielo, olvidaban lo que había sido enseñado y se hacían ídolo de sus pasiones. La sinagoga vio a algunas sectas herejes disentir de los dogmas que estaba encargada de conservar; pero estos errores, que no aparecieron sino más tarde, eran poco numerosos y bastante tímidos para no atreverse a hacer una guerra abierta. La Iglesia, en cambio, ha tenido que luchar contra todos los poderes y todos los recursos del espíritu humano. Se le ha hecho una guerra de violencia, una guerra de raciocinio y una guerra de corrupción. La primera, la menos peligrosa, fue reservada a sus primeros días, y debe despertarse en los últimos años que ha de vivir sobre la tierra. Las otras dos no han cesado jamás, y el combate dura todavía, lo que prueba que la Iglesia no será destruida jamás. Mientras que ninguna doctrina religiosa o filosófica ha resistido al raciocinio, ni sociedad alguna a la corrupción, la Iglesia, después de dieciocho siglos, ha permanecido invencible, enseñando siempre los mismos dogmas, predicando siempre la misma moral. Así se han cumplido las palabras de nuestro Señor: Seréis oprimidos en el mundo; pero no desmayéis, porque yo he vencido al mundo. |
Copyright: | openAccess Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Ecuador |
URI: | http://hdl.handle.net/10469/24094 |
Aparece en las colecciones: | Fondo Ecuatoriano Republicano I (FER1) - LIBROS |
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