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Habéis concluido vuestro discurso de ofrecimiento de este magnífico certamen, Rdo. Hermano Director, con esta cumplida petición: Dignaos comunicar a vuestro Gobierno que aquí en la lejanía existe un país pequeño sí, si se considera su extensión territorial, pero grande por el amor, la gratitud y la admiración para la nación que lanzó al mundo el magnífico lema de libertad, igualdad y fraternidad. Y en verdad señores, el Ecuador, potencia de tercer orden si se quiere, materialmente considerado, está en primera línea por la belleza y lo rico de su territorio; por las virtudes y prendas morales de sus habitantes. Tan cierto es lo dicho, que hace dos cientos años, decíale José Jussien a Juan Seniergues, en cierta familiar tertulia, en la que al cambiar impresiones, le ennumeraba el primero al segundo los encantos y virtudes de nuestros pueblos.