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En Canadá nacieron con el nombre de radios comunitarias. En América Latina, la variedad de los apellidos da cuenta de la riqueza de las experiencias: libres en Brasil, participativas en Nicaragua, populares en Ecuador. Cambia el traje, pero no el monje. El desafío de estas emisoras es similar: democratizar la palabra para hacer más democrática esta sociedad injusta. El nombre del festival de Quito, realizado en noviembre de 1995, resulta sugestivo: Radioapasionados y TeJevisionarios. Convocados por ese amor y esa utopía, se han reunido en la capital dela comunicación latinoamericana más de 400 productores y periodistas llegados de todos los países y en representación de muchísimos otros que, con ganas pero sin plata, no pudieron asistir. Hemos mostrado que no somos cuatro gatos. Hemos demostrado que estamos unidos en una sólida coalición de 8 redes regionales. Muchos y fuertes, sí, pero, ¿qué nos identifica'? ¿Por qué no dejar a un lado los adjetivos y llamarnos, sencillamente, radialistas? ¿Hay alguna línea divisoria entre las radios comunitarias y las que llamamos comerciales? ¿Por dónde pasa esa línea? Pongamos sobre el tapete una cuestión tan previa corno pendiente: ¿qué es lo comunitario?