Descripción:
Refiere la Sagrada Escritura que, habiendo vuelto los judíos a Jerusalén después del cautiverio de Babilonia, y tratando no sólo de reedificar el templo, sino también los muros de la ciudad para asegurar sus patrios hogares, se vieron amenazados por los pueblos vecinos, que, por envidia, querían impedir a todo trance aquella reconstrucción y, por tanto, el restablecimiento de la nación judaica.
Cuando, ya muy decaídos y desalentados, se hallaban por las burlas, amenazas y asechanzas de sus contrarios, Nehemías levantó su espíritu con palabras religiosas y, al mismo tiempo, patrióticas, mostrándoles que Dios estaba con ellos y que no era ya posible vivir más en estado de tanta ignominia: et non simus ultra opprobrium (Neh. 2, 17).
A la voz de su jefe, se animaron con heroico valor y trabajaron con una mano y con la otra combatiendo; clamando al Cielo por una parte y, por otra, no perdonando esfuerzo ni sacrificio alguno, lograron al fin su intento y reconquistaron la patria, que habría de engendrar héroes tan nobles como los Macabeos y llegar a ser un día la patria terrenal de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho Hombre.