Descripción:
¿Queréis averiguar la causa del mal extraño que devora las instituciones de la América del Sur? dice Edgar Quinet en su importante libro El Cristianismo y la Revolución Francesa. Pues ese mal es la contradicción. De un lado, la religión del Estado, el Catolicismo del Concilio de Trento, hace gravitar sobre esos pueblos el ideal del gobierno absoluto de Felipe II. De otro, el soplo de la América del Norte y de la Francia ha llegado hasta ellos, atormentándolos con un deseo inextinguible de libertad. ¿Qué resulta del choque de estas fuerzas opuestas? Que esos pueblos se agitan con un movimiento desesperado; que hagan lo que quieran, acaban por realizar inevitablemente en la política el ideal escrito en la religión del Estado, es decir, el poder absoluto. Todo lo que pueden conseguir es cambiar de dictadores. Se ve, pues, que las Repúblicas no logran más que agravar su servidumbre. ¡Suplicio nuevo! La América del Sur, acostada a la sombra de un vasto manzanillo, recibe la letárgica influencia de este árbol, cuyo tronco y raíces son para ella invisibles, porque están en otro continente.