Si hay documento humano que diga la verdad desnuda, y toda la verdad, sin temer a nadie, sin temor de nada; que defienda la justicia, y toda la justicia, con alteza de miras, entereza de carácter, sin contemporizaciones delictuosas, sin fraudes, de un modo limpio, atendiendo sólo a la aprobación de la propia conciencia y de los hombres de bien; si hay libro que merezca llamarse Historia, por la imparcialidad en sus juicios, exactitud en la narración de los hechos consumados, severidad serena en sus acusaciones y sentencias basadas en la equidad más inequívoca, ese libro es, indudablemente, la Historia del Protestantismo en Inglaterra e Irlanda, escrita por el famosísimo polemista y fecundo escritor Mr. William Cobbett, protestante, pero intransigente con iniquidades innominadas, con latrocinios los más descarados, con farsas las más risibles, con infamias las más grotescas y brutales, y con crímenes los más nefandos e impunes, en sus múltiples y variadas manifestaciones. La lectura de esta obra es suficiente para convencer, aun a los menos aventajados en inteligencia y luces, de que sólo el Catolicismo es la verdadera Religión, fundada por el Hombre-Dios y conservada escrupulosamente por su Iglesia, la Iglesia Católica; de que el protestantismo, personificación de la más terrible intolerancia y de la más refinada crueldad, ha causado, causa y causará infinidad de males a las naciones, a las familias y a los individuos, cuando éstos han tenido la inmensa desgracia de entregarse en brazos del Protestantismo. Mr. William Cobbett, en su inmortal Historia, prueba hasta la saciedad la relativa felicidad de sus compatriotas, la poca o ninguna criminalidad entre ellos, la abundancia de víveres, de comodidades, de riquezas y de población, el crédito económico en buen pie, la casi inexistente deuda nacional, el desconocimiento de indigentes o pordioseros, la primacía, el respeto y consideración que se merecían de los otros pueblos, etc., etc., mientras la Gran Bretaña fue íntegramente católica. Demuestra, del modo más desapasionado y justiciero, los antecedentes y causas que motivaron la tan exagerada matanza de los hugonotes, reduciendo al exacto número las víctimas de ese funestamente memorable día. Declara, y hace hincapié, que la llamada Reforma tuvo su origen en la incontinencia brutal de Enrique VIII; que fue apoyada por la nobleza, cómplice de la rapiña más escandalosa de los bienes eclesiásticos, por la crueldad y la violencia más inauditas, y llevada a cabo por los derramamientos a torrentes, durante siglos, de la sangre de los católicos, cuyos tormentos y martirios, según este historiador protestante, excedieron infinitamente a los atribuidos al Santo Oficio. Sostiene que el Protestantismo, desde su nacimiento, se dividió en muchísimas sectas, que no se entienden ni pueden entenderse entre sí, si no es para mandarse al infierno mutuamente ¡tales son la confusión y la anarquía que le caracterizan!; que la unidad en la fe es necesaria en una Religión, y que dicha unidad existe solamente en el Catolicismo; que el celibato es no sólo conveniente, sino necesario al sacerdocio, para hallarse siempre apto para el sacrificio, para la abnegación y el desinterés; que, intencionalmente y de mala fe, se ha engañado al pueblo inglés, ocultándole los impuros y criminosos orígenes de la Reforma y los medios desdorosos de que ésta se ha valido y se vale para desfigurar la verdad. Si hay libro que pueda, con propiedad, llamarse libro de oro, es esta Historia, traducida a muchos idiomas.