Descripción:
El talento, la genialidad, no son plantas exóticas en esta tierra ecuatoriana. Quienes, por la profesión de la cátedra, hemos presenciado muchos años el desfile de las pléyades de inteligencias juveniles por colegios y universidades, hemos abierto el alma a las fruiciones de lo próximo clarear científico y literario, que trascienda, al fin, de los muros de la nacionalidad y lleve sus ondas de luz y vibración a compenetrarse con el pensamiento y el sentimiento de la humanidad de hoy inquieta, iconoclasta, destructora y creadora del vivir, paciente de todos los dolores del alumbramiento de un mundo nuevo. Sin embargo, la producción del libro, del libro que sea más profundidad que superficie; meditación y creación más que recapitulación y remembranza, ha sido huraña y débil.
Muchas veces me he preguntado: ¿por qué el oro abundante de las ideas y del sentimiento se queda recóndito y desvalorizado en los estratos del espíritu? ¿Por qué no se lo extrae y envía a los cuatro vientos en alas del libro bien pensado, bien sentido y bien escrito?