Ansiábamos, unos cuantos jóvenes, allá en 1883, festejar solemnemente el 24 de julio, primer Centenario de Bolívar: tal es el origen de este Drama, que quizá no tiene otro mérito que la sustitución de un cuadro por otro más grandioso en un marco preciosísimo. «Un autor dramático no debe olvidar que su obra no es para leerse al amor de la lumbre», dice un célebre maestro del Arte, al tratar de la sobriedad y rapidez con que el Drama pone en acción las circunstancias accesorias del hecho elegido como cuerpo de la obra. Mas, si el principal objeto del escritor es grabar profundamente en un pueblo la memoria del instante más solemne de su historia el de su nacimiento o imprimirle entrañable cariño y veneración hacia aquellos que, al emanciparle, le dieron vida, ¿no admitirá alguna latitud aquella regla? Decídalo el éxito, infortunado o feliz, de esta piececilla, que allá se va modestísima en sus atavíos y sin pretensiones de ningún género.