Descripción:
Detuve las riendas y acudió un sirviente a sostener del estribo la mala cabalgadura que me conducía; desmonté de inmediato y seguí por el zaguán hacia adentro, molido y quebrantado por la fatiga de aquel viaje, con más deseos de reposar y tender el cuerpo en una hamaca que de entregarme a las expansivas manifestaciones del regocijado carácter de mi huésped, quien no tardó en zarandearme en lo alto de la escalera, ciñéndome, apretándome y estrujándome entre sus cariñosos brazos, que parecían querer deshacerme con aquellas muestras de su antiguo afecto, renovado entonces a causa de esa jornada, cuyo término fue la pequeña población donde imperaba como amo y señor mi buen amigo y condiscípulo don Juan de la Pedrola de Barbines.