Descripción:
El autor de este poema, soñador errante y peregrino, que intentó aspirar en medio de un incógnito silencio el alma del paisaje en donde entona su dulce canción criolla el Tomebamba, descubre respetuoso su arpa monorrítmica y salvaje para corresponder atentamente a las valiosas, cuanto inmerecidas, manifestaciones de simpatía con que le han favorecido los gallardos trovadores de Cuenca, este hermoso pedazo de luz que los dioses incrustaron en la cumbre de los Andes como simbólica fulguración de la pupila azul del Pensamiento.