He recorrido estas páginas, querida hermana mía, bajo la impresión del aficionado que penetra en una galería de pinturas y se extasia ante las concepciones del arte. ¿De dónde has sacado esos colores más bellos que los de la naturaleza tropical que nos rodea; esos acentos que ningún pájaro de nuestros bosques pudiera imitar; esas notas que Beethoven y Schubert hubieran querido adivinar para sus melodías? Loco de mí que no he sabido comprenderlo, teniendo como tengo hijos adorados y bella y santa compañera de mi infortunada y dolorosa existencia. Toda esa inmensa poesía existe en tu corazón de esposa y de madre, como existe el azul en el cielo, el verdor de las selvas de nuestra tierra, la hermosura en la garganta de las aves que pueblan esas selvas y la inspiración en el cerebro del genio.