Descripción:
Si la maquinaria militar no mata, se oxida. El presidente del planeta anda paseando el dedo por los mapas, a ver sobre qué país caerán las próximas bombas. Ha sido un éxito la guerra de Afganistán, que castigó a los castigados y mató a los muertos; y ya se necesitan enemigos nuevos. Pero nada tienen de nuevo las banderas: la voluntad de Dios, la amenaza terrorista y los derechos humanos. Tengo la impresión de que George W. Bush no es exactamente el tipo de traductor que Dios elegiría, si
tuviera algo que decirnos; y el peligro terrorista resulta cada vez menos con
vincente como coartada del terrorismo militar. ¿Y los derechos humanos? ¿Seguirán
siendo pretextos útiles para quienes los hacen puré? .