Descripción:
Atravesando, allá en lejano día del desierto las grises soledades la faz llena de eternas claridades, de apacible y sutil melancolía, como un sol que los cielos del Oriente de sus radiantes esplendores baña, un Mancebo, de hermoso continente, con los rayos del iris en la frente, se aproxima a las puertas de Betaña. El copioso sudor de la jornada humedece la sien del Peregrino, que lleva ya la veste desgarrada por las hondas tristezas del camino porque siente ya en su alma combatida como rumor de tempestad cercana que en el bello clarear de la mañana va a apagarse la antorcha de su vida; porque sabe el humilde solitario, y está escrito, que al fin de su carrera, por corona triunfal, sólo le espera una cruz en la cumbre del Calvario.