Como otra Jerusalén que despierta en sus días de gloria, a la voz del Señor que ha oído las quejas de su pueblo, así Riobamba se vistió de gala en aquel día, basta en sus últimas casuchas, pues era de verse el poder de la fe extendido por todas partes. La imagen del Divino Corazón, ostentándose por doquiera, atraía la veneración pública y era el centro de acción en fecha tan memorable. El programa fue ejecutado co puntualidad y esmero, habiendo sido lo más notable de la Fiesta la función religiosa de la misma solemne y el elocuente Discurso, ante numerosa y escogida concurrencia de Señoras y Caballeros que llenaron los ámbitos del templo; como lo fue también el incesante ir y venir de gremios, asociaciones, escuelas y colegios, que renovaron la consagración al Patrón y Protector del Ecuador, y la fe y devoción con que todos proclamaban su santo nombre. Nada diremos de la iluminación por la noche, ni de la ornamentación a cual mejor ingeniosamente procurada en cada uno de los altares, ni del movimiento y entusiasmo general durante las visitas a la sagrada imagen.