Descripción:
Desde que Jesucristo nuestro adorable maestro, instituyó la iglesia y dejó encomendado su gobierno a San Pedro y sus sucesores, como vicarios suyos en la Tierra, no ha cesado ella de repartir con abundancia, no sólo el pan de la doctrina divina sino que, además a concedido siempre en socorro de sus hijos, cuando los vio acosados por grandes tribulaciones: No en otra escuela aprendió la Iglesia tanta caridad, sino en la de su divino fundador, que, al mismo tiempo que enseñaba a las turbas que le seguían en el camino del cielo, las alimentaba en el desierto con entrañas de amor y caridad.