Descripción:
Hasta fechas muy recientes, los periodistas estábamos convencidos de que, en casi todos los puntos del Globo, el diarismo es un reflejo de la realidad, un notariado de lo que acontece en el día, salvo, por supuesto, cuando carece de libertades. Muy difícilmente nos atrevíamos a conjugar periodismo con ficción e incluso, durante siglos, se desdeñó al periodismo como un oficio escritural que "no alcanzaba jerarquía literaria". Los literatos nos miraban por encima del hombro y don Marcelino Menéndez Pelayo, maestro del idioma y autor de la célebre Historia de las ideas estéticas, se dejó decir que los periodistas son una "mala y diabólica ralea, nacida para extender por el mundo la ligereza, la vanidad y el falso saber, para agitar estérilmente y consumir y entontecer a los pueblos".