Descripción:
El mundo contemporáneo está marcado por dos paradojas: necesita un mercado de consumo pero, a la vez, bazos baratos; y en su búsqueda por multiplicar consumidores, multiplica, en mayor medida delincuentes. En este mundo paradojal, la publicidad, señala el autor, no estimula la demanda, sino la delincuencia y la prostitución. Economía de importación, cultura de impostación, reino de la tilinguería: estamos todos obligados a embarcarnos en el crucero de la modernización. Los empréstitos de la banca mundial que permiten atiborrar de nuevas cosas inútiles a la minoría consumidora, actúan al servicio del purapintismo de nuestras clases medias y de la copianditis de nuestras clases altas; y la televisión se encarga de convertir en necesidades reales las demandas artificiales que el norte del mundo inventa sin descanso y exitosamente proyecta sobre el sur y sobre el este.