Espejo, Eugenio.
Descripción:
A la primera vista que demos sobre la naturaleza del hombre, hallaremos que él está dotado del talento de observación; y que las necesidades que le cercan lo obligan a todo momento a ponerlo en ejercicio. El hombre se ve en la inevitable necesidad de hacer uso de este talento desde los primeros días de la infancia. Es visto que de este principio depende que él vaya sucesivamente llenándose de ideas; comparando los objetos; distinguiendo los seres. De aquí la feliz progresión de sus conocimientos, destinados a la conservación de la vida, al cultivo de la sociedad y a la observancia de la piedad.
Ese talento, ilustrado con la antorcha de la verdad, conducido por el camino de la justicia y moderado con las amables cadenas de la religión, vuelve al hombre sencillo en su conducta, severo en sus costumbres, piadoso hacia el Autor de su existencia, dulce y obsequioso para con sus semejantes.
Pero a la verdad, que este estado de la cultura del hombre supone haber pasado por grados desde la noche y tinieblas de la ignorancia y barbarie, hasta la aurora y el día de la ilustración. Cuánto tiempo haya menester el hombre para adquirirla; cuál sea la edad en que le amanecen las primeras luces; cuándo se facilita, y con qué medios él puede perfeccionarse en ella… Esto es lo que no puede calcularse exactamente.