Descripción:
Ramón Gómez de la Serna, al prologar una obra de Remy de Gourmont, exclama:
“¡Ah, pero mientras haya sido publicado un libro, no se perderá su sombra!”
Eso anhelo: que su recuerdo perdure a través de los tiempos; la memoria, para mí sagrada, de quien fue mi padre, el autor de este volumen de versos; de aquel vástago del valle del Chimborazo que, sumergido en su modestia y laboriosidad, nunca alardeó de literato ni de “hombre de letras”.
Cuando sus amigos deploraban que sus producciones corriesen el riesgo de confundirse y desaparecer al no ser recopiladas, solía decir:
— Mi hijo Luis es el único capaz de esta empresa, y la llevará a cabo algún día, más tarde, después de mi muerte. Yo sé que él no me olvidará...
Y semejante compromiso ha sido para mí una obcecación, porque sé que, editando un libro, su sombra no se borraría. Y luego, porque reconozco el mérito prodigioso de su numen, y no ignoro que sus estrofas, una vez difundidas, serán justipreciadas y enaltecerán la literatura patria.