Descripción:
No siempre hay sombra de muerte, y sólo sombra, en el oscuro seno de la muerte.
Hay tumbas que resplandecen, que iluminan, que son luz, llama de amor viva que abrasa y consume corazones;
y muertos que nos llevan a consentir en la maravillosa transformación del héroe o el genio en almas de una vida ultramundana,
mientras la carne queda entre nosotros y sirve luego para uno como estéril gozo de la nada.
1830. La obra del hombre; el crimen del hombre.
1980. La obra y la providencia de una justicia noble y grandemente reparadora.
¡Sucre!... ¿Quién no le ama? Y si no le ama, ¿quién no le admira acaso?
1830. Odios y envidias. Luto, sangre, lágrimas,
y el triste y doloroso acabamiento de una nación gloriosa, inmortalmente gloriosa.
1980. Luz, luz que irradia de una cumbre: Sucre;
y que hace hermanos a los hombres y a los pueblos en la veneración del Héroe,
en lo que de él queda: cenizas, memoria y culto a sus virtudes.