Descripción:
Antes de subir a los cielos y volver al seno del Eterno Padre, considerando Nuestro Señor Jesucristo cuán solos, pobres y tristes quedarían sus discípulos aun todos los hombres que ya le habían visto en este mundo, pero apenas vislumbrado su hermosura y bondad, se compadeció de ellos y quiso quedarse con ellos.
“He aquí les dijo que estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos”. Palabras éstas de verdad infalible que realizan lo que enuncian.
Mas, ¿cómo es posible que, después de sentarse a la diestra de su Padre, Cristo no solo Dios, sino también Hombre verdadero permanezca junto a nosotros en este destierro y comparta, en cierta manera, nuestras miserias? Lo que parecía problema irresoluble, imposible y aun contradictorio para la flaca inteligencia humana, lo hizo fácil y posible la infinita bondad, servida por la omnipotencia del Verbo Divino humanado.
Todos vosotros lo sabéis y tenéis la dicha de creerlo y adorarlo: este problema del amor de un Dios por el hombre quedó resuelto maravillosamente en el misterio de la Santa Eucaristía.