Descripción:
La mayoría o casi todos los jóvenes delincuentes no tienen una familia “institucionalizada”, integrada estructuralmente a una comunidad más amplia; no conocen ninguna cultura propia y menos aún están reconocidos por una sociocultura determinada porque ningún grupo social les considera como parte de su comunidad y porque el amor de su madre no basta para inscribirles en la dimensión simbólica. El resultado evidente es que sus comportamientos sólo pueden ser alquilados a otros, a una sociedad que no les devuelve ninguna identidad a cambio.