Este ensayo examina los sistemas e instituciones que sostienen el poder corporativo. Comienza considerando la diferencia entre la desnutrición (un déficit de calorías) y el concepto más amplio de la inseguridad alimentaria (una violación del acceso físico y económico a una alimentación nutritiva). Las relaciones de poder descansan tras la inseguridad alimentaria. La inseguridad alimentaria está relacionada con la obesidad, y ambas están destacadamente relacionadas con el género. Para encontrar una solución a estos problemas, es necesario examinar el contexto en el cual el poder es ejercido. El movimiento internacional campesino, La Vía Campesina, ha examinado este contexto y propone una “soberanía alimentaria” a través de la cual las comunidades tengan el derecho de definir su propia alimentación y políticas agrícolas. Las corporaciones, fundaciones filantrópicas y los gobiernos hegemónicos no pueden continuar definiendo estas políticas. Un elemento crítico para este enfoque, basado en la comunidad, es el reconocimiento no negociable de los derechos de las mujeres. De este modo, los derechos de la mayoría de los desnutridos –mujeres y niñas– como porción sustancial de la fuerza de trabajo agrícola –otra vez, mujeres y niñas– son abordados desde el debate democrático respecto de las políticas públicas. Al final, identificar injusticias en el poder dentro del sistema global alimentario constituye un medio no sólo para interpretar al sistema, sino también para transformarlo.
This paper examines the systems and institutions that hold corporate power. It begins by considering the difference between under-nourishment (a deficit of calories) and the broader concept of food insecurity (a violation of physical and economic access to nutritious food). Power relationships lie behind food insecurity. Food insecurity is correlated with obesity, and both are importantly related to gender. To find a resolution for these problems, it is necessary to examine the context wherein power is exercised. The international peasant movement, La Vía Campesina, has examined this context and advocates “food sovereignty” whereby communities have a right to define their own food and agricultural policies. In particular, corporations, philanthropic foundations, and hegemonic governments cannot continue to define these policies. A critical element of this focus on community is the non-negotiable recognition of women’s rights. Thereby the rights of the majority of the undernourished – women and girls – as well as a substantial portion of the agricultural workforce – again, women and girls – will be brought into the democratic conversation about policies. In the end, identifying inequities in power within the global food system is a means not only to interpret the system, but also to change it.