Hoy, fuera de sí, celebrara Quito las “Bodas de Plata” de vuestra Consagración Episcopal. Hoy esta ciudad rebosando de júbilo y amor, refresca la memoria del fausto día en que, ha un cuarto de siglo, la autoridad más augusta de la Tierra, atenta a vuestras grandes virtudes y merecimientos, ciñó Mitra a vuestras sienes y puso en vuestra mano el Cayado del Pastor. Sobra razón a Quito para hacer hoy, en honra vuestra, extremos de piedad filial. ¿Qué parte podré yo tomar en ellas? Tanto os venero y amo, Ilmo. Señor: tan mías reputo vuestras glorias, que si me acompañase en celebrarlas, temería justamente dijese alguien LAUS IN ORE PROPRIO VILESCIT ocurrióme por esto cantar hoy (dejando intacta vuestra personal modestia) al que es principio de toda vuestra grandeza moral y religiosa.