La Tolerancia civil, es decir, la impunidad concedida a todas las sectas, en el espíritu de aquellos que la sostienen, está ligada necesariamente con la tolerancia eclesiástica; y no conviene mirar estas dos suertes de tolerancia como opuestas la una a la otra, sino la última como el pretexto con que se cubre la primera. Si se declarase abiertamente por la tolerancia eclesiástica,, es decir, si se reconociese a todos los herejes por verdaderos miembros y verdaderos miembros y verdaderos hijos de la iglesia, se expresaría muy evidentemente la indiferencia de las religiones. Se aparenta pues, contenerse en la tolerancia civil... pero su designio verdadero es ocultar la indiferencia de las religiones bajo la apariencia misericordiosa de la tolerancia civil. Esto es lo que hace decir a M. Jurieu, que de todos los velos tras los que se ocultan los indiferentes, el último y el más especioso, es el de la tolerancia civil.