Descripción:
En medio de un ameno valle de color de esmeralda do serpean cristalinos arroyos, en cuyas floridas márgenes sacuden sus verdes coronas los encumbrados sauces, se halla un espacioso campo de pardos escombros y apiñadas ruinas, requemados por los rayos abrasadores que lanza sin interposición de nubes ni sombras el magnífico sol de la zona tórrida. Es lo que poco ha se llamaba Ibarra, ciudad apacible y risueña que arrullaba en su seno a unas diez mil personas, a quienes deleitaba con el suave aliento de una brisa tibia y olorosa.