Descripción:
La primera reacción de los europeos ante el Nuevo Mundo fue de asombro. A los cronistas no les alcanzaban las palabras para describir lo que veían, el vocablo maravilla ostentó el complejo significado que aquella geografía y aquellos seres que la poblaban tenían para ellos. Nombrar maravilla la realidad innombrable fue la solución en la tarea de comparar y relacionar, desde su propia experiencia, el espacio donde reverdecieron sus antiguos mitos y trasplantaron las utopías fracasadas en el viejo continente, como si confundieran los milagros del cristianismo con los hechizos de Merlín. Y para aquellos escribientes que debían "hacer relación" del medio americano, maravilla fue la transición de lo ignoto a lo revelado, el paso de esa urdimbre de verdades y errores sustentados en los presagios de cartógrafos, en las habladurías de aventureros y en la codicia de mercaderes sobre una realidad que sobrepujaba toda fantasía. El primero que verificó la gran transposición de lo imaginario europeo en tierras americanas fue Cristóbal Colón.