La violencia doméstica basada en género puede causar un daño significativo a nivel físico y emocional en la mujer que la experimenta. Al producirse repetidamente en un contexto familiar, afecta profundamente a otros miembros del hogar con un impacto particularmente notable en los hijos (Chamorro 2008). El ambiente generado por este tipo de violencia es perjudicial para los niños y las niñas que son testigos o víctimas directas, dejando “cicatrices” o secuelas emocionales difíciles de borrar. El impacto de las afectaciones incurre a largo plazo afectando principalmente la percepción de bienestar y seguridad de los menores y la perpetuación de ciclos de violencia intergeneracional. Por lo tanto, comprender la violencia doméstica e intrafamiliar no solo implica abordar el sufrimiento presente en la mujer, sino también reconocer y atender las ramificaciones más amplias que alcanzan a toda la estructura familiar.