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El hombre, en todas las épocas de la historia, ha tendido a objetivizar lo que consideraba como sobrenatural con símbolos de su propia creación o con la reproducción de los órganos instrumentos.
El artículo aborda la interpretación del símbolo encontrado en la ciudad de Otavalo, dando a conocer cómo los aborígenes ecuatorianos, con cierta claridad de expresión, esculpían la fuerza productora de la naturaleza en lo que concierne o la procreación humana. Aquel pueblo, que no se encaminaba a tientas en pos de la cultura, rendía fervoroso culto a la divinidad fálica como gestora de la fecundidad femenino y dispensadora de la buena suerte.