Ceuta y Melilla son dos ciudades autónomas españolas ubicadas en el norte de África. Junto a otros enclaves menores de apenas valor simbólico (peñones e islotes aislados, sin población civil y escaso valor estratégico), son parte de una ominosa herencia colonial que no fue liquidada en 1956 con la independencia de Marruecos. Ambas ciudades son por lo tanto territorios de la Unión Europea (UE) en suelo africano, lo que las convierte en posibles puntos de acceso para las personas que utilizan las rutas migratorias africanas con destino al “sueño europeo”. No son desde luego estas ciudades los principales puntos de entrada al “Norte”, pero suponen en sí mismas una descarnada metáfora del tipo de políticas migratorias que actualmente implementa la UE, en donde prima, en detrimento de la defensa de los Derechos Humanos, la obsesión por la “seguridad”.